lunes, 17 de marzo de 2014

La vida en tres tiempos



    Los cambios sociales que hemos vivido y los que se sucederán a medio plazo nos conducen a una situación inédita que va en camino de dividir el ciclo vital de los europeos en tres etapas sucesivas de unos treinta años cada una, a la manera en que se representa una obra teatral, en tres actos: uno de formación, otro de producción, y un tercero de jubilación o descanso. La primera hace referencia a la infancia, adolescencia y juventud, la segunda a los adultos, y la última a los ancianos.
    Por un lado, el alargamiento de la enseñanza obligatoria seguida de la universitaria o formación profesional, incluidos “masters” de especialización, colocan al educando en los 30 años de edad. Sería el límite temporal para iniciar la etapa siguiente, la productiva, una vez salvadas las dificultades actuales como secuelas de la crisis, que es de esperar disminuyan, para acceder al primer empleo. Por las razones que expondré a continuación, este tiempo podría durar otros treinta años. La escasez relativa de trabajo en relación con la demanda y el crecimiento de la productividad, abonan la tendencia a adelantar la edad de jubilación a los sesenta años, con lo que la ocupación laboral retribuida duraría alrededor de tres décadas. No ignoro que la tendencia reinante apunta a la prolongación de la vida laboral para sostener el sistema público de pensiones, pero esta contradicción de intereses habrá de resolverse cambiando la financiación actual que intuyo tendrá que ser mediante aportación del Estado, procedente de impuestos.
    Seguidamente se iniciaría la tercera y última fase de la vida, que podría alargarse otros treinta años. Ello representaría una esperanza de vida al nacer de 90 años, lo cual no tardaría mucho en alcanzarse partiendo de los 82 en que está situada ahora. Recordemos que el dato era de 45 años al comienzo del siglo XX.
    El cumplimiento de estas expectativas implica diversas transformaciones de muchas costumbres y formas de vida. El plazo podría establecerse en torno a 2050.
    Con la perspectiva actual, los tres períodos del recorrido vital comportan problemas específicos de gran calado que el tiempo se encargará de solucionar si es que la historia, maestra de la vida, corrige las imperfecciones y carencias del presente y del pasado.
    La fase formativa tiene una finalidad concreta que es la preparación para ejercer con éxito la función productiva. Su duración tiene el inconveniente de retrasar la emancipación, que a su vez implica posponer el matrimonio y el nacimiento de los hijos, con clara repercusión en la disminución de la natalidad y el envejecimiento de la población.
    Por su parte, la fase de descanso también ocasiona situaciones insatisfactorias, partiendo de que la transición de la plena actividad al ocio forzoso se produce sin solución de continuidad, sin que medie una preparación previa ni opción a una ocupación alternativa, lo que convierte en viejos por decreto a personas en plenitud de facultades y con el deseo de retornar a la sociedad una parte de lo que han recibido de ella en el largo plazo que les resta de vida.
    En tanto la sociedad no encuentre la fórmula de subsanar sus deficiencias se mantendrá un doble perjuicio. Para el jubilado, el sentimiento de marginación, y para la colectividad la privación de aportaciones valiosas para el bienestar general tanto económico como cultural.
    Hoy por hoy a los mayores les queda la posibilidad del voluntariado, pero sería deseable una mayor integración en el tejido social que les otorgue más protagonismo, acorde con sus deseos y aptitudes, en lugar de ser un peso muerto y verse relegados a la condición de simples consumidores.
    La superación de las contradicciones sociales que presenta la mayor longevidad es un desafío para el futuro que pondrá a prueba la capacidad de innovación y creatividad para transformar la sociedad, haciéndola más justa, más participativa y más solidaria.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estupendo blog que habrá que seguir.
Y esta reflexión es muy interesante, haciéndonos recordar que ya la antigua sabiduría oriental preconizaba una división de la vida en etapas entre las cuales las últimas no eran menos importantes, sino probablemente las más significativas.
Villanueva.