Para que esta clasificación cambie es preciso incrementar las inversiones que se traducen en una mayor producción de bienes y servicios, y consiguientemente, en la creación de puestos de trabajo. Como el ahorro propio es insuficiente para cumplir el objetivo, se precisa la aportación de recursos procedentes del exterior, y a este respecto se ha conocido recientemente un dato harto desalentador,
La Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas) ha elaborado un estudio de la cantidad de inversiones extranjeras directas recibidas por España y su distribución regional entre 1995 y 2008 y cifra el total en 250.000 millones de euros, de los que correspondieron a Galicia 1.800 millones, es decir, un 0,7%, que la coloca en el puesto 12 del conjunto de las comunidades autónomas.
En el reparto se llevan la mayor parte Madrid, Cataluña y País Vasco con un valor porcentual del 64,2, 14,9, y 4,5 respectivamente. En conjunto, las tres autonomías absorbieron el 83,5% del total. Son las más desarrolladas del país y tienen muchas probabilidades de seguir ampliando el diferencial. Lo más decepcionante para los gallegos es que el estudio en cuestión califica la comunidad gallega de “atrasada”, señala que la capacidad de captación de recursos foráneos es “baja”, y como resultado de factores negativos, la inversión extranjera es “irrelevante”.
El pobre diagnóstico debería alertar a las autoridades económicas y hacerlas reaccionar para contrarrestar la falta de competitividad para captar inversiones del exterior.
Como es sabido, los capitales se mueven por las expectativas de beneficio que puedan conseguir, y a ello contribuye una amplia serie de factures naturales y sociales que interactúan para conformar los puntos fuertes y débiles de la economía regional.
Entre los primeros cabe citar la situación geográfica próxima a una de las rutas marítimas más frecuentadas del Globo, la que comunica Europa con África y América; la disponibilidad de buenos puertos (Ferrol, A Coruña, Vilagarcía y Vigo); un clima templado y húmedo con escasa incidencia de fenómenos meteorológicos extremos. En el lado opuesto figuran la desfavorable orografía que dificulta y encarece la construcción de infraestructuras de comunicación con el norte de España y la meseta; la posición periférica con respecto a Europa y la Península, la mediocre calidad edafológica de los terrenos de cultivo; y finalmente, la exigua presencia de materias primas y productos energéticos.
Los factores sociales positivos son, entre otros, una buena calidad de vida, nivel de equipamientos sociales aceptable (educativos, judiciales, y sanitarios); buenas comunicaciones terrestres, marítimas y aéreas; mano de obra cualificada, con salarios industriales inferiores a los de las comunidades más avanzadas, entorno legal y judicial favorable; sistema financiero desarrollado y eficiente; disponibilidad de terreno en polígonos industriales, y centros de enseñanzas técnicas superiores.
Sólo falta que las Administraciones central, autonómica y local coordinen sus esfuerzos para dar a conocer a las empresas extranjeras las ventajas comparativas de Galicia para captar industrias de tecnología punta y alto valor añadido; impulsar la creación de nuevas empresas de capital riesgo y potenciar las públicas existentes (Emprende, Adiante y Sodiga); crear centros de conocimiento e investigación vinculados a las universidades y fomentar la investigación empresarial: impulsar las infraestructuras de comunicaciones y el uso de Internet y por último, priorizar las inversiones públicas en recursos humanos (enseñanza, investigación y formación profesional dirigida a las nuevas técnicas).
Si se cumplieran estas condiciones, el éxito sería más que probable para que Galicia ascendiese peldaños en la escala del bienestar.
La Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas) ha elaborado un estudio de la cantidad de inversiones extranjeras directas recibidas por España y su distribución regional entre 1995 y 2008 y cifra el total en 250.000 millones de euros, de los que correspondieron a Galicia 1.800 millones, es decir, un 0,7%, que la coloca en el puesto 12 del conjunto de las comunidades autónomas.
En el reparto se llevan la mayor parte Madrid, Cataluña y País Vasco con un valor porcentual del 64,2, 14,9, y 4,5 respectivamente. En conjunto, las tres autonomías absorbieron el 83,5% del total. Son las más desarrolladas del país y tienen muchas probabilidades de seguir ampliando el diferencial. Lo más decepcionante para los gallegos es que el estudio en cuestión califica la comunidad gallega de “atrasada”, señala que la capacidad de captación de recursos foráneos es “baja”, y como resultado de factores negativos, la inversión extranjera es “irrelevante”.
El pobre diagnóstico debería alertar a las autoridades económicas y hacerlas reaccionar para contrarrestar la falta de competitividad para captar inversiones del exterior.
Como es sabido, los capitales se mueven por las expectativas de beneficio que puedan conseguir, y a ello contribuye una amplia serie de factures naturales y sociales que interactúan para conformar los puntos fuertes y débiles de la economía regional.
Entre los primeros cabe citar la situación geográfica próxima a una de las rutas marítimas más frecuentadas del Globo, la que comunica Europa con África y América; la disponibilidad de buenos puertos (Ferrol, A Coruña, Vilagarcía y Vigo); un clima templado y húmedo con escasa incidencia de fenómenos meteorológicos extremos. En el lado opuesto figuran la desfavorable orografía que dificulta y encarece la construcción de infraestructuras de comunicación con el norte de España y la meseta; la posición periférica con respecto a Europa y la Península, la mediocre calidad edafológica de los terrenos de cultivo; y finalmente, la exigua presencia de materias primas y productos energéticos.
Los factores sociales positivos son, entre otros, una buena calidad de vida, nivel de equipamientos sociales aceptable (educativos, judiciales, y sanitarios); buenas comunicaciones terrestres, marítimas y aéreas; mano de obra cualificada, con salarios industriales inferiores a los de las comunidades más avanzadas, entorno legal y judicial favorable; sistema financiero desarrollado y eficiente; disponibilidad de terreno en polígonos industriales, y centros de enseñanzas técnicas superiores.
Sólo falta que las Administraciones central, autonómica y local coordinen sus esfuerzos para dar a conocer a las empresas extranjeras las ventajas comparativas de Galicia para captar industrias de tecnología punta y alto valor añadido; impulsar la creación de nuevas empresas de capital riesgo y potenciar las públicas existentes (Emprende, Adiante y Sodiga); crear centros de conocimiento e investigación vinculados a las universidades y fomentar la investigación empresarial: impulsar las infraestructuras de comunicaciones y el uso de Internet y por último, priorizar las inversiones públicas en recursos humanos (enseñanza, investigación y formación profesional dirigida a las nuevas técnicas).
Si se cumplieran estas condiciones, el éxito sería más que probable para que Galicia ascendiese peldaños en la escala del bienestar.
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