Como el despertar de un mal sueño, la Xunta descubre la magnitud de la crisis económica y busca desesperadamente dónde ahorrar unos euros para cuadrar sus cuentas, al tiempo que descarga las culpas sobre el bipartito que le precedió y sobre el gobierno central, que por algo no es de su partido. El presidente debería recordar que fue elegido porque ofrecía soluciones y no quejas.
Por más que la crisis tenga su origen allende las fronteras, es lo cierto que la profundidad con que acá la sentimos viene agravada por pecados propios cometidos desde años ha. La forma en que se ha despilfarrado el dinero por las Administraciones ha dejado una pesada herencia que deja exhaustas las arcas públicas y obliga a usar las tijeras para prescindir de gastos, aunque conlleve recortes de prestaciones sociales.
Durante años se ha llevado a cabo una política inversora nefasta, dilapidando los recursos públicos en infraestructuras faraónicas, unas veces redundante, otras, suntuarias y casi siempre de discutible justificación desde el punto de vista rentable, de la disponibilidad efectiva de medios y del volumen de la demanda social. Por lo general se ha tenido más en cuenta complacer a votantes en campañas electorales, con criterios populistas, que en aplicar la técnica de coste-beneficio.
Y como obras son amores, he aquí algunos botones de muestra:
1. El mastodóntico proyecto de la Ciudad de la Cultura, encargado a un famoso arquitecto extranjero, a mayor gloria del a la sazón presidente de la Xunta, Manuel Fraga, no solo se aprobó sin determinar previamente los usos de sus instalaciones sino que faltó también una previsión realista de su coste.
2. De mayor antigüedad data el acuerdo de ampliar de una a siete el número de universidades, con el resultado de que ninguna figure entre las 200 mejores del mundo.
3. Cuando se produjo el desastre del “Prestige” no había en Galicia ningún puerto al que pudiese atracar un barco en peligro con riesgo de contaminación. Como reacción se construye no un superpuerto sino dos, uno en A Coruña y otro en Ferrol, separados por 60 kilómetros sin que nadie explique la razón del dispendio.
4. Tener tres aeropuertos bien equipados en el borde occidental de la región, dos de ellos en la misma provincia, separados por 60 km. de autopista con una población gallega de 2,7 millones de personas, da lugar a la escasa demanda, con el consiguiente déficit de explotación de los tres. Ante esta infraocupación, las presiones locales se disparan para que las autoridades concedan ayudas a las compañías de bajo coste, como si fuera admisible que los impuestos financien viajes turísticos o de negocios.
5. Por su parte, las Administraciones locales han prodigado sus afanes inversores en piscinas climatizadas o no, campos de fútbol parroquiales con o sin césped artificial, auditorios, centros culturales, etc. que distan mucho de tener un nivel aceptable de actividad que justifique el coste y los gastos de mantenimiento.
Ejemplos similares podrían multiplicarse, pero como muestra basta lo expuesto para apreciar la importancia del desaguisado. Como lo que se invierte en una obra resta medios para acometer otra, aunque sea más necesaria, han quedado fuera de concurso entre otras, el saneamiento de las rías y ríos, la dotación de guarderías infantiles y de residencias geriátricas por las que suspiran muchas familias, y sobre todo la inversión en I+D+i que coloca a la autonomía gallega en el vagón de cola de España y no digamos en el ámbito europeo. Esta postergación de la ciencia básica y aplicada es causa relevante de nuestro atraso económico que mantiene a nuestra región entre las más pobres de España.
Todo lo dicho supone un orden prioritario ajeno a la racionalidad, con el agravante de que ha puesto a muchos ayuntamientos al borden de la quiebra. Se impone una rectificación que haga uso del realismo y del sentido común, por desgracia poco común.
Por más que la crisis tenga su origen allende las fronteras, es lo cierto que la profundidad con que acá la sentimos viene agravada por pecados propios cometidos desde años ha. La forma en que se ha despilfarrado el dinero por las Administraciones ha dejado una pesada herencia que deja exhaustas las arcas públicas y obliga a usar las tijeras para prescindir de gastos, aunque conlleve recortes de prestaciones sociales.
Durante años se ha llevado a cabo una política inversora nefasta, dilapidando los recursos públicos en infraestructuras faraónicas, unas veces redundante, otras, suntuarias y casi siempre de discutible justificación desde el punto de vista rentable, de la disponibilidad efectiva de medios y del volumen de la demanda social. Por lo general se ha tenido más en cuenta complacer a votantes en campañas electorales, con criterios populistas, que en aplicar la técnica de coste-beneficio.
Y como obras son amores, he aquí algunos botones de muestra:
1. El mastodóntico proyecto de la Ciudad de la Cultura, encargado a un famoso arquitecto extranjero, a mayor gloria del a la sazón presidente de la Xunta, Manuel Fraga, no solo se aprobó sin determinar previamente los usos de sus instalaciones sino que faltó también una previsión realista de su coste.
2. De mayor antigüedad data el acuerdo de ampliar de una a siete el número de universidades, con el resultado de que ninguna figure entre las 200 mejores del mundo.
3. Cuando se produjo el desastre del “Prestige” no había en Galicia ningún puerto al que pudiese atracar un barco en peligro con riesgo de contaminación. Como reacción se construye no un superpuerto sino dos, uno en A Coruña y otro en Ferrol, separados por 60 kilómetros sin que nadie explique la razón del dispendio.
4. Tener tres aeropuertos bien equipados en el borde occidental de la región, dos de ellos en la misma provincia, separados por 60 km. de autopista con una población gallega de 2,7 millones de personas, da lugar a la escasa demanda, con el consiguiente déficit de explotación de los tres. Ante esta infraocupación, las presiones locales se disparan para que las autoridades concedan ayudas a las compañías de bajo coste, como si fuera admisible que los impuestos financien viajes turísticos o de negocios.
5. Por su parte, las Administraciones locales han prodigado sus afanes inversores en piscinas climatizadas o no, campos de fútbol parroquiales con o sin césped artificial, auditorios, centros culturales, etc. que distan mucho de tener un nivel aceptable de actividad que justifique el coste y los gastos de mantenimiento.
Ejemplos similares podrían multiplicarse, pero como muestra basta lo expuesto para apreciar la importancia del desaguisado. Como lo que se invierte en una obra resta medios para acometer otra, aunque sea más necesaria, han quedado fuera de concurso entre otras, el saneamiento de las rías y ríos, la dotación de guarderías infantiles y de residencias geriátricas por las que suspiran muchas familias, y sobre todo la inversión en I+D+i que coloca a la autonomía gallega en el vagón de cola de España y no digamos en el ámbito europeo. Esta postergación de la ciencia básica y aplicada es causa relevante de nuestro atraso económico que mantiene a nuestra región entre las más pobres de España.
Todo lo dicho supone un orden prioritario ajeno a la racionalidad, con el agravante de que ha puesto a muchos ayuntamientos al borden de la quiebra. Se impone una rectificación que haga uso del realismo y del sentido común, por desgracia poco común.
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