lunes, 1 de agosto de 2016

El paso del tiempo



    Estamos inmersos en una revolución permanente, pacífica y silenciosa que nos depara frecuentes novedades y ha alterado nuestra forma de vida, sin saber a donde puede conducirnos. Su origen puede datarse  alrededor de 1968, sin olvidar que  sus raíces arrancan  de tiempo atrás, y de manera especial a partir de la posguerra de 1945.
    Quienes hemos acumulado muchos inviernos,  cuando miramos a nuestro derredor nos asombramos de la cantidad y profundidad  de los cambios sobrevenidos, de modo que cuando  lo comentamos con nuestros nietos, les parece que hablamos de un mundo  de ficción, inexistente, creado por nuestra imaginación. Cuesta creer que otro tanto sentirán ellos al asistir a las muchas transiciones que les esperan y con una frecuencia más acentuada  dado que la velocidad de los acontecimientos será mayor en adelante.
    Y no nos referimos aquí y ahora  a los avances técnicos  que ponen a nuestro alcance  prodigiosos elementos con prestaciones inimaginables, sino a la magnitud de los conocimientos que hemos adquirido así en el campo macroscópico como en el microscópico, tanto en astronomía como en nanociencia, todo lo cual es promesa de nuevos inventos.
    Las transformaciones a las que hemos asistido han afectado también a la sociedad. La que hoy contemplamos ha adoptado formas y fórmulas inéditas que  han influido  en hábitos y costumbres, de modo que no se corresponden con los de antes. No nos vestimos igual que nuestros padres, no nos alimentamos como antes, no trabajamos igual, no nos divertimos igual y hasta las guerras se libran de forma diferente.
    Desde el punto de vista demográfico, tenemos una esperanza de vida al nacer que pasó de 35 años a principios del siglo XX  a 82 ahora, cifra que se supera año tras año. La tasa de natalidad que por aquellas fechas era de 36 por 1000 habitantes, bajó a 13. En consecuencia, el crecimiento natural es negativo y no ofrece expectativas de revertirse al haber variado las condiciones sociales. El grado de envejecimiento es un hecho sin  precedentes. Otro aspecto reseñable es la merma de la población activa y el crecimiento del censo urbano, con el consiguiente despoblamiento de buena parte del territorio. Se altera la estratificación social, cambia la densidad de población y el crecimiento de las ciudades incrementa problemas como el paro, afectado por la automatización y la digitalización de la economía.
    Uno de los signos más notables de la evolución social en Occidente es el reconocimiento de los derechos de la mujer en igualdad de derechos con el hombre. En el recorrido se han quemado muchas etapas pero aun habrá que recorrer otras para llegar a la meta que contemple la condición de la mujer como madre, como trabajadora y como ciudadana.
   En el mundo del entretenimiento las costumbres varían con frecuencia. Los toros  van de capa caída y en su lugar hoy priman los espectáculos multitudinarios de los que son ejemplo elocuente los partidos de fútbol (un invento inglés del siglo XIX) y los conciertos de cantantes de moda que reúnen decenas de miles de espectadores, “fans” como ahora se les designa. Marcar goles y editar discos se han revelado como la clave mágica  para conseguir fama y dinero en poco tiempo.
    Adivinar el futuro es una tentación que acomete a quien ejerce la función pensante, pero la realidad suele desmentir a los profetas. Hay un hecho, sin embargo, en el que es fácil acertar; el mundo seguirá cambiando y cada vez más velozmente.

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