lunes, 19 de agosto de 2013

Las recetas del FMI



    El 2 de agosto fue escogido por el Fondo Monetario Internacional (F.M.I.) para hacer pública la propuesta dirigida a España de un pacto que suscribirían empresarios y sindicatos en el que los trabajadores aceptarían una rebaja del 10% de sus salarios y a cambio los empresarios se comprometerían a crear una cifra “significativa” de empleo. El planteamiento incluye una reducción del 1,7% de las cotizaciones a la Seguridad Social acompañada de una subida de los impuestos indirectos. No hizo falta que pasasen más de cuatro días para que la Comisión Europea (.C.E.) por boca del comisario de Asuntos Económicos, el finlandés Olli Rehn aplaudiese la recomendación, lo que a su vez provocó el rechazo unánime de las organizaciones sindicales, aunque no de la CEOE.
    El planteamiento del Fondo se apoya en una simulación según la cual se obtendrían resultados “significativos”. Habrá que decir, en primer lugar que la caída de los sueldos sería un hecho comprobable, en tanto que el volumen de puestos de trabajo sería aleatorio. ¿A quién se responsabilizaría de que el efecto real del plan no se cumpliese en la realidad? Elaborar en los despachos un supuesto teórico con fórmulas matemáticas no garantiza que se cumpla en el terreno de los hechos porque la Economía no es una ciencia exacta, y sus postulados son mitad matemáticos y mitad sicológicos. La “ciencia lúgubre” como la llamó Carlyle o Marx, que en eso hay dudas, no se presta a experimentos de laboratorio. Partimos de un hecho dramático como es la insoportable cifra de parados del 27% de la población activa que se duplica para los jóvenes, pero es harto dudoso que la solución del problema sean los consejos del organismo internacional de Washington. En todo caso, si algo se consiguiese sería a un coste inasumible como se ha podido ver en el caso de Letonia –que el Fondo nos propone como ejemplo- donde uno de los efectos de la reforma fue la emigración del 10% de la población. ¿Podríamos soportar en España la expulsión de 4,5 millones, mayoritariamente los más jóvenes, capaces y formados?
    Como hemos visto, el plan comporta la subida del IVA y eso incidiría en el nivel de precios en perjuicio de las clases más desprotegidas, se reduciría el consumo y se alargaría la recesión. Otro efecto negativo vendría dado por la minoración de ingresos de la Seguridad Social que a su vez pondría en peligro la financiación de las pensiones.
    Una condición indispensable para que la ocupación crezca es la materialización de inversiones productivas, lo cual presupone la disponibilidad de recursos. Como el ahorro de los españoles es insuficiente, y lo es más cuando hay que transferir una buena parte al pago de deudas contraídas, se necesita recurrir a la inversión extranjera y esta no vendrá solo porque la mano de obra sea barata, al menos si hablamos de empresas de alto contenido tecnológico.
    Contar con personal especializado, infraestructuras modernas y buen nivel de consumo son alicientes más importantes. Estas ventajas explicarían la apuesta de las multinacionales de automoción en nuestro país por tratarse de un sector competitivo que facilita las exportaciones. En sentido inverso actúa el precio de la energía, dado que la electricidad es de las más caras de Europa, algo que las autoridades competentes deberían explicar y corregir.
    Volviendo a los planteamientos del FMI y de la CE, aparte de que parecen desconocer que los salarios ya han sufrido un recorte del 7,6% y las pensiones han sido congeladas, puede decirse que, desde el punto de vista ético, la idea es injusta y doctrinalmente de dudosa eficacia. Es injusta porque perjudicaría sobre todo a las rentas más bajas, ya que, por ejemplo, los emolumentos de las cúpulas empresariales se rigen por contratos privados y no por convenios y con toda probabilidad quedarían al margen. Para reforzar la solidaridad del sacrificio se deberían proponer topes máximos salariales tanto en el sector público como en el privado. Los formuladores del plan no tienen autoridad moral para imponer más austeridad a los perceptores del salario mínimo o a mileuristas mientras el sueldo, libre de impuestos de la directora gerente del Fondo, Cristine Lagarde es de 300.000 euros y el del comisario de Bruselas es de 276.000.
    Finalmente, el plan podría fracasar como han fracasado en tantas ocasiones las recetas del FMI, unas reconocidas como ocurrió en Grecia y otras ocultas o desfiguradas. Bien es cierto que a los burócratas les sirve de disculpa que allí donde no dieron resultado lo atribuyen a que las reformas recomendadas no se aplicaron con suficiente severidad o se retiraron antes de tiempo. Es una disculpa como la que podría dar un médico al que se le muere un paciente por tratamiento inadecuado y él se disculpa argumentando que no tomó la dosis necesaria de los medicamentos.

lunes, 12 de agosto de 2013

Tendencias en el mercado de trabajo



    Desde que James Watt inventó la máquina de vapor y Edmund Cartwright el telar mecánico en el siglo XVIII, existe un antagonismo permanente, variable en su intensidad a lo largo del tiempo, entre la clase trabajadora y el empleo de máquinas en la industria, con manifestaciones que en algún caso revistieron carácter dramático.
    Los trabajadores ven en las máquinas un enemigo peligroso que les arrebata su modo de vida. En la medida en que se incrementa la mecanización de las tareas disminuyen las oportunidades de empleo.
    Es una paradoja que el progreso de la técnica redunde en perjuicio de los trabajadores por oposición de intereses, como una característica propia del capitalismo, el cual, una vez colapsada la Unión Soviética se impuso en casi todo el mundo, incluidos los países nominalmente comunistas, tales como China o Vietnam.
    Los empresarios intentan poner en el mercado bienes y servicios a bajos precios para vencer la competencia y favorecer el consumo masivo y lograr así las mayores ganancias. Para conseguirlo han de abaratar los costes de producción y a tal fin emplean máquinas que, al contrario de las personas, no enferman ni piden vacaciones.
    Ocurre, sin embargo, que si el proceso de sustitución se generalizase la consecuencia sería una mayor dimensión del paro con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo de los consumidores, con lo cual el empresario no podría dar salida a sus productos y estaríamos ante una crisis de oferta, como la que por diversos motivos estamos viviendo. Por mucho que se redujeran los precios no habría compradores. Independientemente de otros factores, la situación refleja lo que sucede en la UE con 26 millones de desempleados de los cuales el 25% son conciudadanos nuestros, y con ello, el desaprovechamiento de la capacidad productiva y achatarramiento de industrias y el cierre de negocios.
    Como los conocimientos se multiplican y los inventores no descansan, el progreso técnico es imparable y nada hará que se detenga. En los últimos tiempos el proceso se ha agudizado extraordinariamente a impulso de los avances espectaculares registrados en materias como la electrónica, la robótica, las TIC (técnicas de información y comunicación) e Internet, que llevan a la automatización de muchas industrias a un ritmo cada vez más acelerado que ha conseguido aumentar exponencialmente la productividad del trabajo. Pensemos en la que se registraba en la fabricación de automóviles hace veinte años y la que se logra ahora. Otro ejemplo es el empleo de gigantescas tuneladoras que perforan montañas que antes requerían el concurso de muchos operarios en condiciones de peligro, causante de accidentes laborales. El funcionamiento de estas máquinas pesadas requiere pocos trabajadores muy formados. Gracias al empleo de esta maquinaria, la construcción de grandes infraestructuras como autopistas o ferrocarriles se realiza en menos tiempo, menos accidentes y menos mano de obra.
    Ultimamente la automatización cobra mayor rapidez y amplitud. El empleo de sensores o chips conectados a un centro tiene múltiples aplicaciones industriales y ya se cuenta con máquinas controladas por otras máquinas. Son un ejemplo los artefactos enviados a Marte dirigidos desde un centro en Tierra. Chips conectados a Internet permiten monitorizar servicios como la red de semáforos de tráfico o el sistema de alumbrado público. La hazaña más reciente la hemos vivido el 12 de julio por televisión al ver como un avión no tripulado se posaba solo en un portaaviones norteamericano.
    Uno de los cambios más espectaculares es el que afecta a las telecomunicaciones que deja obsoletos los sistemas empleados anteriormente. Es lo que el econonomista austriaco Joseph Schumpeter llamó destrucción creativa del capitalismo que elimina unos empleo y crea otros, pero los nuevos son muchos menos que los que se pierden. El profesor de la London School of Economics, Carsten Sorensen, señala como muestra que las grandes compañías de la nueva economía (Apple, Google, Facebook y Amazon) ocupan a 219.191 empleados, en tanto que solo Volkswagen, la mayor empresa automovilística europea, da trabajo a 552.425 personas.
    Los efectos de esta “tercera revolución industrial” como la bautizó Jeremy Rifkin conducen a un futuro próximo en el que el trabajo será un factor escaso cuyo desempeño exige un alto nivel de formación y especialización. Los trabajadores no cualificados tendrán pocas oportunidades y el paro masivo será un problema permanente de difícil gestión. Lo que ello significa lo ejemplifican los 48 millones de desempleados de la OCDE. La consecuencia inevitable será el aumento de la inestabilidad social y la pérdida de peso de las rentas salariales respecto de las del capital.
    En esta situación no será fácil conciliar la fuerza creadora de riqueza que caracteriza al capitalismo con la capacidad distributiva que se espera de la democracia. Si no se consigue la adaptación, estaremos ante una sociedad dual, con una minoría de superricos y la mayoría de la población con escasos ingresos. Los cambios en el mercado de trabajo darán lugar a un grupo relativamente pequeño de técnicos especializados con alta retribución y a otro mucho mayor sin esa preparación con bajos salarios.
    El nuevo paradigma estará marcado por una enorme masa de parados, una profundización de la desigualdad social con presencia de una elite plutocrática de familias multimillonarias y un Estado mínimo a su servicio.
    Este futuro imperfecto no es algo fatal e inexorable. En la medida en que consigamos perfeccionar la democracia para que responda a los intereses de la mayoría se podrán evitar los efectos perniciosos que propiciaría la tendencia a la acumulación de la riqueza en poder de una oligarquía.
    Al convertirse el trabajo en un recurso escaso, habrá que repartirlo y a tal efecto deberá reducirse la jornada laboral y/o alargar el período de vacaciones. Al mismo tiempo será preciso crear nuevos yacimientos de empleo en el campo de los servicios sociales (sanidad, educación justicia, formación profesional, cuidados de la dependencia), y estableciendo por ley el salario mínimo y máximo. Para financiar las nuevas prestaciones es indispensable implantar un sistema fiscal que provea al Estado de los recursos necesarios mediante una distribución equitativa de las cargas tributarias entre los contribuyentes en función de sus ingresos. Evidentemente, la tarea no será fácil porque se enfrentará a la resistencia de los intereses creados, y los cambios exigirán un cambio de mentalidad que implica una experta y honrada administración de lo público y la moderación del consumismo que nos esclaviza.

martes, 6 de agosto de 2013

Fiesta nacional de Bolivia



    El país andino celebra en el día de hoy, 6 de agosto, su fiesta nacional que conmemora los 183 años de la independencia de España, que lleva el nombre del Libertador, Simón Bolívar.

    Bolivia atesora inmensas riquezas minerales, pero su pueblo es el segundo más pobre de Latinoamérica, después de Haití. Primero se explotó la plata del cerro de Potosí; después, en el siglo XIX ocupó el turno el estaño que hizo millonaria a la familia Patiño y otros empresarios. En el siglo XX se descubrieron importantes yacimientos de petróleo que sirvieron de pretexto para el desencadenamiento de la guerra del Chaco con Paraguay en 1935; más recientemente aparecieron grandes reservas de gas, y sobre todo de litio en el salar de Uyuni, un producto esencial para la fabricación de baterías que facilitarán la producción de automóviles eléctricos. En todos estos casos, los beneficios no llegaron al pueblo.

    La historia de Bolivia está marcada por el despojo  de su territorio al que fue sometida por sus vecinos, que,  bien por medio de guerras, bien por apaños diplomáticos, le arrebataron más de la mitad de su extensión. En total, 1.265,000 kilómetros cuadrados que se repartieron, por orden de superficie, Brasil, Perú, Paraguay, Argentina y Chile.   

    De todas estas pérdidas, la más sensible y dolorosa fue la de la salida a la costa Pacífica que se anexionó Chile como consecuencia de la guerra del Pacífico entre 1879 y 1883, en la que se ventilaba la propiedad y explotación del guano formado por excrementos de aves marinas que se emplea en agricultura como abono, comercializado con la marca de nitrato de Chile.

    Desde entonces, Bolivia quedó sin contacto con el mar y se esforzó en buscar otras salidas al exterior a través de las naciones fronterizas. Un ferrocarril comunica Santa Cruz de la Sierra con el puerto brasileño de Santos y otra comunicación fluvial se establece por el rio Paraguay con el puerto argentino de Rosario donde cuenta con una zona franca. Todo ello sin renunciar a recuperar la soberanía sobre Arica que es el puerto natural de Bolivia, aspiración que tropieza con la tenaz negativa de los chilenos. La última tentativa tuvo lugar el 24 de abril de 2013 con la presentación ante el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU con sede en La Haya en reivindicación de una salida al océano.

    Hasta 2005 Bolivia presentaba rasgos de ingobernabilidad. Los golpes de Estado, asonadas, pronunciamientos militares, motines y sublevaciones sumaban más que años de existencia del país. En dicho año, siendo presidente Carlos Mesa (La Paz, 1953), una parte considerable de la población  autóctona liderada por el aimara Evo Morales (Oruro, 1959) bloqueó las comunicaciones en numerosos puntos y paralizó el país, al tiempo que la Federación de Juntas Vecinales de El Alto, un poblado próximo al aeropuerto de La Paz, se declararon en huelga indefinida. El presidente, al verse incapacitado para gobernar presentó su renuncia al Congreso.

    En un mensaje a la nación, Mesa presentó un cuadro dramático de la situación: “Este es el país de los ultimatos, el país de las personas que se enrollan con dinamita para exigirnos que hagamos cualquier cosa que se les ocurra, buena o mala. No estoy dispuesto a matar y no voy a poner las fuerzas armadas ni a la policía a desbloquear”. Declaró también que en 17 meses que estuvo en la presidencia tras la huida de su predecesor Gonzalo Sánchez de Losada, se había enfrentado a 820 conflictos en los que se plantearon 12.000 diferentes demandas de las que 4.250 fueron resueltas.

    Celebradas elecciones en 2005, resultó elegido Evo Morales al frente del partido Movimiento al Socialismo (MAS) y accedió a la presidencia el 22 de enero del año siguiente. Postulado por segunda vez en 2010, fue reelegido para un nuevo mandato por amplia mayoría, aupado por la población indígena que es mayoritaria. Si llegase a concluir su segundo mandato Morales, se habría cumplido un período democrático inusitadamente largo en la turbulenta historia boliviana, en la que por primera vez gobierna un representante de la población nativa. No es extraño que ya se piense en reformar la Constitución de 2009 para que el actual presidente pudiera presentarse por tercera vez.

viernes, 2 de agosto de 2013

En medio de la tormenta



    Mucho se ha escrito, y más que se seguirá escribiendo, sobre la crisis que nos agobia desde su inicio en 2008, y sobre las graves consecuencias que tiene en distintos órdenes de la vida.
    Desde entonces, sus manifestaciones se han ido haciendo más visibles y penosas durante este interminable período, sin que se aprecien signos de haber tocado fondo. El paro laboral sigue haciendo estragos después de la reforma  que abarató el despido, las condiciones de trabajo de quienes han tenido la suerte de conservarlo han empeorado a ojos vistas, el consumo se ha hundido, muchos millones de españoles se han  empobrecido,  y no saben como llegar a fin de mes, la solvencia de los bancos sigue en entredicho a pesar de haber recibido 40.000 millones de euros prestados por la UE, y el grifo del crédito sigue cerrado, en tanto la pequeña y mediana empresa ve con impotencia como se suceden las quiebras y los cierres de establecimientos, con la tragedia añadida de quienes se ven desahuciados por no poder pagar la hipoteca o el alquiler al haber quedado sin ingresos. Como resultado de todo ello, la actividad económica se mantiene en recesión en los dos últimos años, sin que se avizore la reactivación.
    Para hacer más insoportables las dificultades sobrevenidas, nos enteramos cada día de nuevos casos de corrupción en los que están implicados cientos de políticos elegidos con nuestros votos, los cuales, en lugar de administrar con probidad los impuestos, los filtraron a sus bolsillos con insaciable avidez. Nuestro sistema político rezuma perversión y codicia en dosis asfixiantes.
    Lo primero que hay que reconocer es que el tratamiento de la crisis dado por nuestros gobernantes es más errado que experto, más ideológico que correcto, más injusto que ético. Todo ello abona que los banqueros y supervisores, causantes del desastre, vivan en sus mansiones disfrutando de indemnizaciones millonarias y pensiones de fábula que se autoconcedieron. Los nuevos impuestos recaen sobre las débiles economías de trabajadores, pensionistas y clase media, mientras las grandes fortunas disfrutan de tratamiento fiscal privilegiado, y para colmo, el Gobierno ofreció una amnistía a los defraudadores. Como lógico resultado, la élite más rica se fortalece y el número de pobres se multiplica. Por si faltara algún escándalo más que añadir a la serie, un informe elaborado por la Autoridad Bancaria Europea, hecho público el 15 de julio, desvela  que 125 directivos de banca cobraron en 2011 un promedio de 2,4 millones de euros, lo que equivale a 266 veces el salario mínimo. Atrás quedaron, perdidas en la niebla, promesas de refundar el capitalismo, acabar con los paraísos fiscales o crear una sociedad europea de evaluación de riesgos que nos liberaría del oligopolio que ejercen las cuatro estadounidenses (Standard and Poors, Fitch y Moodys).
    Mientras tanto, dormitan en el limbo de los justos una auténtica reforma fiscal, leyes que garanticen la representatividad de la democracia, financiación y transparencia de los partidos políticos, nacionalización de los bancos y cajas de ahorros rescatados con fondos públicos, y tantas otras que racionalicen y modernicen la Administración del Estado.
    Como siempre conviene buscar el lado bueno de las cosas para no caer en la depresión y el derrotismo, pienso que es posible transformar una desgracia en una oportunidad si reaccionamos positivamente con oportunidad y decisión.
    Las anomalías expuestas, por llamarlas de alguna manera, nos llevan a una sociedad española fracturada y angustiada que clama contra la injusticia y el fraude. Si, como se afirma, toda acción produce una reacción igual y contraria, cabe esperar una catarsis en forma de revolución cívica pacífica que arremeta democráticamente contra los abusos del poder y la ola de corrupción que nos ahoga. Un augurio del cambio que se espera podrían ser los movimientos ciudadanos como el del 15-M o la PAH (Plataforma de Afectados por las Hipotecas) que logró reunir millón y medio de firmas para llevar al Parlamento la ILP (Iniciativa Legislativa Popular) presentada en febrero para pedir una nueva legislación que, entre otras demandas, exigía la dación en pago. Esta iniciativa hubo de ser retirada al aprobar el Gobierno una ley que burlaba las peticiones presentadas.
    Solo un giro de 180 grados que repare las injusticias que sufren los más débiles, que nos haga a todos más razonables, más moderados, más tolerantes y más solidarios, podrá conjurar la alternativa de un estallido social del que deberíamos estar curados después de la locura iniciada un nefasto 18 de julio de 1936. Conservemos, a pesar de todo, la esperanza de que triunfe la razón sobre la cerrazón de unos y la violencia de otros.