martes, 15 de diciembre de 2009

Zamenhof

El 12 de diciembre de 1859 (se cumplen ahora 150 años) nacía en la ciudad polaca de Bialistok, Ludovico Lázaro Zamenhof, el creador de la lengua internacional esperanto, siendo el primero de los ocho hijos habidos del matrimonio formado por Markus Zamenhof y Sofía Soler.
En aquel tiempo, Polonia formaba parte de Rusia (recuperaría su independencia tras la I Guerra Mundial) y en Bialistok convivían distintas etnias malavenidas que se expresaban en ruso, polaco, y alemán, además del hebreo y al no entenderse, vivían semiaisladas y en cierto modo, enfrentadas.
En este ambiente adverso, Zamenhof comprendió desde niño cuan útil podría ser un código de expresión común para facilitar las relaciones personales y crear un clima convivencial pacífico y armónico. El estudio que realizó de varias lenguas, tanto clásicas como modernas (griega, latina, francesa y alemana) le descubrió el oficio de los prefijos y sufijos para formar nuevas palabras.
Se puso a la tarea de idear ese nuevo idioma con que soñaba y en 1878, a los 19 años, ya había elaborado un proyecto, sin abandonar por ello sus estudios de medicina, proyecto al que tuvo que renunciar de momento por imposición paterna.
En 1885 se trasladó a Viena para seguir un curso de oftalmología, de donde regresó al año siguiente para abrir en Varsovia su clínica de oculista sin cejar en su empeño de concluir su gramática. Gracias a la ayuda económica de su suegro, el libro vio la luz el 26 de julio de 1887 en su primera edición en ruso que fue seguida en poco tiempo por la francesa, alemana e inglesa. La obra llevaba como autor a un desconocido “Doctor Esperanto” (el doctor que espera).
Su vocabulario se nutre de raíces latinas, germánicas y eslavas. La distinción de sustantivo, adjetivo y verbo se realiza por las terminaciones en “o”, “a” e “i” respectivamente y la gramática se sintetiza en dieciséis reglas sin excepciones. No es extraño que por su sencillez y racionalidad muchos llegan a hablarlo y escribirlo sin necesidad de maestro.
Zamenhof no solo creó el esperanto sino que dedicó su vida y recursos a difundirlo. El y su esposa se encargaron de enviar ejemplares de la gramática a periódicos, revistas y personalidades de diversas nacionalidades, y poco a poco fueron recibiendo respuestas, algunas de ellas escritas en el nuevo idioma.
En 1889 apareció la primera relación de esperantistas que fue aumentando paulatinamente, de modo que en 1905 se convocó el primer congreso internacional en la ciudad francesa de Boulogne-sur-Mer durante el cual, el fundador pronunció un emocionado discurso a modo de filosofía de fraternidad universal a que aspiraba el esperantismo.
En el congreso participaron polacos, franceses, ingleses, alemanes, rusos, españoles y holandeses que pudieron comunicarse en una lengua inteligible para todos sin necesidad de traductores, en un acto que prometía la llegada de una nueva era de confraternidad sin barreras lingüísticas. Las sucesivas ediciones se celebraron desde entonces con periodicidad anual sin otra interrupción que la obligada por las dos Guerras Mundiales. El cuarto congreso tuvo lugar en Barcelona, en dramática coincidencia temporal con la llamada Semana Trágica, en 1909, año en que también se fundó la Asociación Universal de Esperanto, encargada de organizar dichos congresos.
Siendo el esperanto una lengua de fácil aprendizaje, neutral, porque no pertenece a ningún pueblo o nación, y de carácter auxiliar, dado que no compite con ninguna otra sino que defiende la existencia de todas las nacionales, y aspira a servir de puente entre todas las demás, parecería que tuviera el camino despejado para su expansión sin trabas, pero la realidad, sin embargo, dista mucho de ser así. A pesar de haber recibido loas de científicos, literatos y has papas, ningún gobierno le ha prestado su apoyo oficial, y su difusión queda restringida al uso de minorías, y si bien cuenta con cultivadores en los cinco continentes, su mantenimiento y expansión queda en manos de asociaciones privadas sin ánimo de lucro. Ni Polonia, patria del fundador, ni Israel por su afinidad étnica, han asumido el compromiso de incluir en los planes de estudio la enseñanza de la lengua internacional.
Por las características antes aludidas se supone que la Unión Europea sería campo abonado para la adopción del esperanto como medio de comunicación común entre sus veintisiete Estados miembros que ahora emplean 23 distintas y podrían ser en breve veintiséis si se aprobase la adhesión de Croacia, Turquía e Islandia, pero tampoco aquí se han puesto de acuerdo los gobiernos que han optado por aceptar el inglés como lengua franca, `por más que no sea neutral ni fácil de aprender. Una vez más se confirma la experiencia histórica de que este protagonismo se lo arroga la nación hegemónica, es decir, Estados Unidos, como en su momento asumieron sucesivamente griegos, romanos, españoles, franceses y ahora anglonorteamericanos.
Las circunstancias que concurrían en Zamenhof hicieron de él una personalidad compleja. Su lengua materna era judía, la mayoritaria de la ciudad, polaca, y la de uso oficial, rusa. Su madre era creyente, su padre ateo y él se definía como libre pensador.
Por encima de todo, Zamenhof fue un verdadero benefactor de la humanidad y un apóstol de la paz. No solamente donó altruistamente el fruto de su ciencia y trabajo, sino que se dedicó en cuerpo y alma a divulgar y difundir lo que consideraba un bien para todos.
A su firme propósito de trabajar sin descanso por una sociedad más justa, tolerante y solidaria consagró su existencia hasta el fallecimiento ocurrido en Varsovia el 14 de abril de 1917 en plena tormenta de la I Guerra Mundial. Fue el tercero de los judíos que intentaron cambiar el curso de la historia, junto con Jesucristo y Marx. Murió sin ver su obra asentada definitivamente, como sus predecesores, y así sigue casi un siglo después. Pero la semilla está en el surco y si algún día se superasen los nacionalismos y reinase la razón, cabe esperar que renazca y dé los frutos necesarios para que podamos comprendernos mejor y amarnos más en un mundo menos hostil de lo que ha sido hasta ahora.